miércoles, 11 de septiembre de 2013

¡Cuidado! A Diamond Is Forever

Cristal octaédrico de diamante en bruto, y cómo se aprovecha para, típicamente, obtener dos diamantes tallados.

Sí, los diamantes son la gema más dura que existe, pero ¿qué quiere decir eso exactamente?
Al pensar en dureza, pensamos en resistencia a todo, desde caídas desde un rascacielos a explosiones, pasando por inmersiones prolongadas en Coca-Cola y ácido sulfúrico, peeero…. La dureza se refiere a la resistencia de un material a ser rayado por otro.
La escala de Mohs, que mide la dureza de distintos minerales, establece que el menos duro es el talco, que puede rayarse con una uña, y que el más duro es el diamante, que sólo puede rayarse con otro diamante. ¡Cuidado! Esto no quiere decir que el diamante lo aguante todo (¿quién lo hace, anyways?).
Lo que suele entenderse por dureza coloquialmente (esa resistencia a todo), se llama en realidad “tenacidad” (no sólo es una cualidad humana), y la gema más tenaz es el jade, no el diamante.
¿Por qué si un diamante es tan duro, no es la gema más tenaz?
Otra de sus cualidades, de las que normalmente no se suele hablar es de su exfoliación. El diamante cristaliza generalmente en forma de octaedro (ver foto), y de recibir un golpe en alguna de las aristas de estas caras, se exfolia. Es decir, pueden desprenderse lascas.
La exfoliación se utiliza en los primeros pasos del tallado del diamante, pero si una vez tallado, y montado, el diamante recibe un golpe seco en donde estaban las aristas naturales del cristal, puede lascarse o agrietarse.
¿Un Diamante es para Siempre?
Sí, definitivamente, pero como todo lo demás en la vida, con los cuidados adecuados. Con nuestras joyas de diamante, tenemos que tener siempre cuidado de:
*      Guardarlas separadamente de otras piezas de diamante, ya que pueden rayarse entre sí, y también separadas de joyas con otras gemas a las que puede rayar el diamante. La mejor opción, si no se cuenta con cajas para las distintas piezas, es guardarlas en bolsas de gamuza.
*      Los engastes altos y voluminosos, por ejemplo en sortijas, pueden afectar a la durabilidad del diamante: cuanto más sobresalga la piedra más fácil resulta golpearla, que se enganche en la ropa o que se termine por aflojar el engaste por desgaste
*      Conviene revisar y ajustar los engastes de nuestras joyas (especialmente las que se llevan a diario) para evitar pérdidas una vez al año, o con más frecuencia si notas que la piedra baila o tintinea cuanto sacudes la pieza.

Para que tus diamantes brillen en todo su esplendor, conviene limpiarlos con delicadeza, al menos una vez al mes. El diamante es lipofílico, es decir, tiene especial afinidad (se pega, vamos), con las sustancias grasas (como mis caderas, dirás…).

El roce de las manos al ponerse y quitarse las joyas, puede llegar a empañar la belleza de la piedra.

La solución más sencilla y barata es sumergir tus joyas (¡Ojo! Te estoy hablando de diamantes. No lo hagas con esmeraldas, ni perlas, ni otras gemas delicadas) en agua tibia con un poco de detergente anti-grasa y dejarlas reposar en esa solución durante varias horas. Se cepillan luego con un cepillo de dientes muy suave, se aclaran y se pueden secar con una gamuza suave.

Quedarán como el primer día.

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