Talla Brillante, y Tallas Derivadas del Brillante: Oval, Marquise, Esmeralda, Princesa, Baguette...
La mayor parte de las gemas tienen su origen en cristales minerales, formados a partir de la solidificación de distintos elementos en unas condiciones específicas.
¿Te he aburrido ya? Sigue un poco, que en seguida empieza lo bueno.
Estos cristales se forman de acuerdo con un cierto “hábito cristalino”. Es decir, las esmeraldas cristalizan en un tipo de prismas, los zafiros y rubíes (que pertenecen a la misma especie mineral, el corindón), en otro y así sucesivamente (aunque, ojo, el tipo de cristal no depende de la gema de la que se trate, sino del hábito cristalino –por ejemplo, granates y diamantes comparten el hábito cúbico, en el que también cristalizan otras gemas).
Te estarás preguntando el porqué de esta tortura, cuando hace tiempo que te libraste de las clases de Ciencias Naturales.
Pues bien, estos prismas cristalinos (cristales sin tallar) en los que se encuentran muchas gemas, tienen caras.
Desde la Antigüedad, se han tratado las gemas, puliéndolas y desbastándolas para mejorar su color y sus cualidades ópticas, y tratando a la vez de desperdiciar la menor cantidad de material bruto posible.
En joyería antigua, son frecuentes las tallas en Cabujón, y la talla de Camafeos y el grabado de Intaglios.
A partir de la Edad Media, con la aparición de mejoras técnicas, se comienzan a aprovechar las facetas naturales del cristal, puliéndolas, y añadiendo otras nuevas. Las facetas hacen que la luz entre en la gema en diferentes direcciones, e intensifican el color y la refracción del cristal.
El aprovechamiento de la luz y el color es la función principal del tallado. De él depende en enorme medida el aspecto final de la gema y su atractivo. Unas proporciones inadecuadas puede convertir la gema más buscada en un cristal sin atractivo ninguno.
No todas las gemas pueden pulirse o tallarse en facetas con la misma facilidad. Como sabrás, el caso del diamante es el más complicado, por ser la gema más dura.
También es la gema natural con una mayor refracción de la luz, por lo que en su caso (y dado que en general, en joyería, los diamantes son incoloros y no hay que potenciar el color) las proporciones de la talla son más importantes que en el de ninguna otra gema.
La talla Brillante, con 58 ó 59 facetas, es la que mejor aprovecha las cualidades ópticas del diamante. Se comienza a desarrollar en el siglo XVIII a partir de tallas anteriores, como la talla rosa, y se perfecciona en el siglo XX, cuando alcanza sus proporciones “ideales”.
Perfeccionada la talla en facetas, aparecen las tallas derivadas del brillante: también con 58 ó 59 facetas, pero cuyo perímetro no es redondo, como la talla marquise, la princesa, oval, cojín, radiant…
La talla esmeralda es un caso un poco particular: aunque se trata de una talla con facetas, éstas son alargadas (en “galerías”), en lugar de triangulares. En lugar de favorecer la refracción de la luz, se emplea en diamantes de gran pureza, o en gemas de color en las que interese que éste parezca más saturado.
Existe una confusión frecuente entre la palabra brillante y la palabra diamante.
No son lo mismo. Puede hablarse de brillante, a secas, sólo cuando hablamos de diamantes tallados de esta forma.
Otras gemas también se tallan en brillante, y no son “brillantes”, y los diamantes tallados en otros estilos (oval, cojín, marquise…) no son “brillantes”, sino “diamante talla marquise”, o la que corresponda.
Para mí, con mucho, la más bonita es la talla Cojín… Es la más semejante a las primeras tallas facetadas del diamante, y me recuerda a la joyería antigua. Como dicen, son diamantes tallados para la luz de las velas, y me pierden las escenas de época.
¿Cuál es la tuya?
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