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| Cristal octaédrico de diamante sin tallar |
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| Sortija con diamante central talla tabla, y orla de diamantes talla rosa, s. XVIII |
El diamante, la gema más dura, un cristal de carbono transparente que refleja y refracta la luz produciendo el llamado “fuego” que lo hace tan atractivo y que ninguna otra gema natural consigue imitar.
Su nombre procede del griego, adamás y significa irrompible, inalterable… Probablemente, durante muchísimos siglos, ésta fue la cualidad más conocida de la gema: hasta el siglo XVIII no se consigue tallar la piedra de forma que se “aprovechen” sus cualidades ópticas (hasta llegar en el siglo XX a la talla brillante de proporciones ideales).
Pero comencemos por el principio: los diamantes que vemos actualmente empleados en joyería (y los que no vemos, empleados en aplicaciones industriales), se formaron hace entre Mil y 3Mil Millones de años.
Sí, has leído bien. Los diamantes de los pendientes de tu abuela, de tu anillo de compromiso, o de tus gemelos tienen miles de millones de años de antigüedad, y se formaron en unas condiciones específicas de altísima presión y temperatura en las profundidades del manto terrestre.
Desde la Antigüedad (la del ser humano) se ha empleado como adorno y como símbolo de persistencia eternidad y fidelidad.
Por las grandes dificultades técnicas que entraña el tallado del diamante, hasta el siglo XVIII su montaje en joyas se realiza con tallas rudimentarias del cristal octaédrico de diamante (como la talla Tabla o la talla Rosa), y su aspecto tiene apenas nada que ver con los diamantes que conocemos hoy.
Actualmente, en joyería uno de los principales usos del diamante tiene que ver con los anillos de compromiso.
Si bien la tradición del anillo de compromiso es tan antigua como los antiguos (y valga la redundancia) egipcios, el primer anillo con un diamante documentado fue el regalado por el Archiduque Maximiliano de Austria a María de Borgoña, en Viena en 1477.
Quien hoy vaya a comprar un anillo de compromiso o realizar cualquier otro desembolso importante en diamantes, debe conocer las 4 “C’s” según las que se mide el valor de la gema. Se corresponden con los nombres en inglés de:
Es importante distinguir los diamantes incoloros (que se miden con una escala de color que oscila de la “D” –incoloro- a la “Z” –amarillento o pardo-, en orden alfabético, y en los que la presencia del color, por no ser éste atractivo, resta valor a la gema), de los diamantes fancy, o fantasía, que presentan colores vivos y atractivos (amarillo “canario”, rosa, azul, verde…).



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